Teoría

Mala sangre y cárteles de consultores ¡Producto sálvanos!

Por Julián Gómez Bejarano, Chief Digital Officer LedaMC

Por Redacción ERP-Spain.com
Actualizado el 6 de octubre, 2020 - 10.11hs.

Theranos fue una startup fundada en 2003 que consiguió alcanzar una valoración de 10.000 millones de dólares hasta que en septiembre de 2018 cesó su actividad. ¿Por qué? Por no centrarse en el producto.

El reportero de investigación del The Wall Street Journal, John Carreyrou, describe en el libro Mala Sangre la investigación detallada que llevó a cabo para destapar el escándalo que se ocultaba tras Theranos. 

Theranos era una start-up llamada a revolucionar el sector de la medicina llevando los análisis de sangre al hogar de cada paciente dónde ellos estuvieran, en cada momento, y utilizando una cantidad ínfima de sangre. Esa fue la idea de su fundadora Elizabeth Holmes cuando con tan solo 19 años inicio este proyecto. A ella le horrorizaban las agujas y quería eliminarlas a cualquier precio.

Elizabeth, según nos cuenta Carreyrou, era una fiel seguidora de Steve Jobs, tanto que llegó a copiar muchas de sus ceremonias, liturgias y vestimentas (se la solía ver con un jersey negro de cuello alto) tanto que comenzaron a llamarla la nueva Steve Jobs.

Con su gran capacidad de atracción, grandes inversionistas se vieron atrapados por su personalidad magnética. Todos pensaban que sería un gran unicornio, pero… Carreyrou destapó que el gigante tenía los pies de barro: el producto no funcionaba.

El caso de Theranos nos muestra lo peligroso que es confiar excesivamente en las personalidades magnéticas y no comprobar, no ver, el propio producto que están vendiendo, porque, no lo olvidemos, lo que de verdad importa es el producto. 

El equipo de Holmes no le enseñaba a nadie el producto, daban siempre largas, ponían impedimentos y eso era porque el producto no funcionaba. Su tecnología era un fraude según los hallazgos del The Wall Street Journal. Caída en picado, porque olvidaron que lo importante es el producto.

El cartel

Recientemente se ha destapado otro fraude relacionado con un cartel de consultoras para supuestamente alzar el precio de los productos/servicios que prestan a la administración pública. El “modus operandi” era que la consultora que quería ganar el concurso se encargaba de realizar una oferta impecable y, a la vez, generaba otras ofertas complementarias para tapar la suya con algunas deficiencias que no las hicieran competidoras.

Como en el caso de Theranos, al olvidarnos del producto software y centrarnos en precios, tarifas y horas, perdemos la perspectiva de lo que es el desarrollo de software y entramos en un terreno que es difícil comprobar si el coste sigue el precio del mercado o no. Y en ese caso los tunantes tienen las de ganar.

El producto es el rey

La Unión Europea acaba de dar un paso importante para paliar esta situación. Se ha decantado claramente por la focalización en el producto software en sus grandes licitaciones para evitar situaciones como las que hemos comentado.

Ha recomendado la utilización del estándar de facto de la estimación del producto software como medida de control de gasto y del coste de las licitaciones que va a realizar. Con ello puede comprobar con el precio de mercado si el coste que los distintos oferentes proponen está acorde al mercado o son una locura (tanto porque sean muy altos como si son muy bajos).

Este modelo no es nuevo, ya que varios gobiernos ya venían utilizándolo como por ejemplo Brasil o Italia. También muchas empresas que dependen de proveedores para desarrollar software vienen utilizándolo en sus modelos para racionalizar el gastos y mejorar la calidad de sus desarrollos como empresas punteras en el sector de las telecomunicaciones, bancos, seguros, etc.

El producto es el valor seguro, es lo que entendemos y lo que necesitamos. Cualquier otra medida que nos aleje de él, nos está distrayendo del verdadero objetivo que perseguimos y nos está alejando de la unidad estándar del metro del producto software que nos permita asegurar que lo que estamos haciendo es lo correcto.

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